El que quiera salvar su vida…
Para los que piensan que con todos los cambios en las leyes permitiendo cosas que la palabra de Dios dice que son ofensivas a Él y que van en contra de la sociedad, no le pasará nada a la iglesia, que no va a llegar a cimbrar sus bases, sus argumentos y su convicción, déjenme decirles que, hace muchos años, sucedió algo parecido.
Según sé, que las cosas quedaron escritas con un propósito: «Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos.» (1a Corintios 10:11)
Nacido de mujer, no hubo otro como Él, según palabras del propio Señor, refiriéndose al profeta Juan «El bautista», una dedicación al propósito de su venida, a la pasión por Dios, una vida consagrada de tal forma, que pensaríamos que nada malo pudiera pasarle, porque la gracia de Dios estaba con él y así mismo brillaba la luz de Dios en su vida.
Pero, las autoridades, estando en el poder se obcecan, y parece que pueden hacer todo lo que les parezca, incluso contra las leyes universales y eternas establecidas por el Eterno. Haciendo caso omiso de lo que hasta el momento imperaba, el representante del gobierno en turno, contra toda lógica sensata y toda ley guardada, toma para si a la mujer de su hermano.
¡A ver quien se atreve a decirle algo! Pues bien, para eso estaba Juan, quien no se cansó de denunciar el pecado, aun en su propia cara. Esto le costo el encarcelamiento.
No hubo nada milagroso, ningún Ángel vino a prestar auxilio, no se soltaron las cadenas ni se derribaron los muros…algo estaba a punto de suceder.
Algo que va contra nuestra percepción de lo que deben ser las cosas y lo que les debe suceder a los hijos de Dios.
El mal a todo lo que da, sin rendirle cuenta a nadie, y sin que «nadie» intervenga y ponga límite a sus desvaríos. Ahora ya no es nada más la mujer de su hermano, ahora los ojos están puestos en la hija de su hermano, a quien tampoco parece desagradarle la idea, se ha preparado mucho para ese momento, ha practicado, a seleccionado la vestimenta adecuada, la vestimenta de la tentación, la vestimenta del pecado. Al fin y al cabo tiene el «poder». Pudo más el desenfreno sexual que amoldarse a los lineamientos de Dios, pudo más ceder a las peticiones de personas inmorales y sucias, pudo mas que el temor a Dios. Aunque sabía que era Santo, por eso no lo había matado antes, sucumbió ante la presión social, atado bajo sus mismas palabras.
Se dictó sentencia, y es traída la cabeza del mayor de los profetas como muestra de la afrenta a Dios y como prueba de la bajeza del hombre. Se tuvo la delicadeza de traerla en una charola de plata, exhibiendo la impunidad, la deshonra, la falta de respeto a las leyes divinas. ¡Que siga la fiesta!
Es noche de celebrar, ha vencido el culto a lo sensual, a los sentidos, a la bajeza, ¡Ha caído un grande! ¡Ha triunfado el mal!
Esperábamos otro resultado, pero así es la palabra, desenmascara todo lo malo que somos, y lo peor, es que no aprendemos la enseñanza.
El profeta Juan se atrevió a denunciar de frente, hoy parece que escondemos nuestra cabeza para salvarla, y callamos nuestras voces. Isaías nos reprende:
«Pues los líderes de mi pueblo, los guardianes del Señor, sus pastores, son ciegos e ignorantes. Son como perros guardianes silenciosos que no advierten cuando viene el peligro. Les encanta estar echados, durmiendo y soñando.» (56:10)
¡Cuidado! No sea que terminemos como ellos, uniéndonos a su fiesta:
«Vengan —dicen ellos—, consigamos vino y hagamos una fiesta. Emborrachémonos todos.
¡Mañana lo haremos de nuevo, y tendremos una fiesta aún más grande!.» (56:12)