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INTELIGENCIA-EMOCIONAL1

No es nada nuevo la Biblia lo dice desde hace miles de años.

 

IE = Inteligencia Emocional.

CI = Coeficiente Intelectual.

Couching = Un nuevo método de encauzar a las personas a lograr sus metas y objetivos. Se utiliza mucho en los deportes pero últimamente a pasado a las empresas para lograr equipos de alto desempeño. («Hacer discípulos» en la Palabra)

En estos días, estoy llevando un taller denominado «Couching Ontológico de la Palabra» del Chileno Rafael Echeverría. Me sorprende la cantidad de cosas que parecen fotocopiadas de las escrituras. Me sonrío y digo para mis adentros: «Todo eso lo se desde hace mucho y de una fuente más confiable.»

Cuando un grupo de voluntarios se sometió a dos noches de insomnio, los investigadores encontraron que esta privación obstaculizaba su capacidad de tomar decisiones frente a dilemas morales con alta carga emocional. Tal vez lo más llamativo fue descubrir que en ese estado algunos incluso hasta cambiaban sus puntos de vista acerca de lo que era moralmente aceptable. Sin embargo, los voluntarios que al comienzo del estudio obtuvieron una puntuación alta en un parámetro conocido como  «inteligencia emocional» (IE) no vacilaban en saber qué era para ellos moralmente apropiado.

¿Le parece que podría enfrentarse a un dilema moral con alta carga emocional? Sabemos por las Escrituras, y a través del mundo que nos rodea, que todos nos enfrentaremos a estos dilemas en un futuro cercano (Apocalipsis 13:12-17).

Que hace la inteligencia emocional

La IE no está relacionada únicamente con la toma de decisiones. Los estudios muestran que aunque el trabajo que se obtiene al terminar la universidad se relacione con el coeficiente intelectual (CI), lo que uno logre avanzar en ese trabajo tiene poca conexión con el CI y ni siquiera se correlaciona con las calificaciones obtenidas durante la carrera. Pero sí se lo puede vincular con la IE. Por otra parte, el éxito y satisfacción que se obtenga en la vida están más estrechamente asociados a su IE que a cualquier otra forma de inteligencia.

En una variedad de estudios científicos se ha mostrado que el incremento en la IE puede prevenir o tratar la depresión, las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo, el trastorno de estrés postraumático, la anorexia, la bulimia y adicciones como el alcoholismo.

¿Qué pasa con las personas que no tienen una adicción o enfermedad específica? Se ha demostrado que mejorar la IE les ayuda a pensar más claramente y comunicarse mejor. Fomenta la unidad en configuraciones grupales, reduce la polarización de las declaraciones y promueve una vida más feliz.

Que influye sobre la IE

Las influencias en la IE han sido muy estudiadas en los últimos quince años. Nuestra composición genética desempeña un pequeño papel. Nuestras experiencias de la infancia –cómo se nos crió y qué tipo de cosas nos pasaron– ejercen alguna influencia. Nuestro nivel actual de apoyo emocional también juega cierto papel. Pero en realidad, la influencia más importante en la IE la ejerce lo que creemos. Esto se debe a que nuestras emociones se derivan en gran parte de nuestras creencias: nuestras evaluaciones de los acontecimientos, la forma en que pensamos acerca de los problemas, nuestra forma silenciosa de hablarnos a nosotros mismos. En realidad, nuestras creencias tienen mucho más que ver con cómo nos sentimos, que lo que realmente sucede en nuestra vida.

Define el tipo de «observador» que somos, y como nos miramos a través de una camarita que hemos puesto para observarnos a nosotros mismos.

Consideremos un ejemplo de la Biblia. Pablo y Silas fueron encarcelados sin ser juzgados, fueron cruelmente golpeados y tirados en el piso áspero, con las muñecas y los pies aferrados a cepos (Hechos 16:22-24). ¿Los encontramos llorando o quejándose? No, cantaban alabanzas a Dios. ¿Por qué? Debido a que sus pensamientos eran más poderosos que lo que realmente estaba sucediendo en sus vidas.

La «psicología» popular nos diría que si estamos en una circunstancia cruenta, sólo necesitamos crearnos un mundo de fantasía en nuestra mente. Imaginarnos que estamos en una playa paradisíaca, en lugar de la realidad. Pero si probáramos esta técnica, funcionaría por dos segundos. Un agudo recordatorio de nuestras circunstancias desplazaría frenéticamente nuestra fantasía de la playa. Lo que tenía el valor duradero para Pablo y Silas eran las creencias que iban más allá de la circunstancia y que apuntaban a sus prioridades y esos pensamientos eran tan poderosos que hasta podían alabar a Dios.

En pocas palabras, la IE se puede aprender. De esto se desprende que si se aprende, en lugar de simplemente heredarse, puede ser desarrollada. ¿Cómo lograr no sólo salvaguardarla, sino también desarrollarla? Si bien hay muchos principios que podríamos explorar, ilustraremos tres de ellos, cada uno a través de un ejemplo bíblico.

Veamos a Saúl

Un ejemplo de distorsión cognitiva está bien ilustrado a través del primer rey de Israel. Saúl era alto e increíblemente apuesto (1 Samuel 9:1, 2); también era rico. A pesar de que tenía estas aparentes ventajas, los pensamientos negativos comenzaron a desarrollarse en su mente; pensamientos que eran grandes distorsiones de la realidad.

A nivel superficial parecían válidos, pero en el fondo eran pensamientos irracionales, retorcidos. Conocemos al menos tres causas para la confusión mental de Saúl. La primera y a la vez raíz de las demás, fue la distorsión cognitiva de magnificación y minimización. En otras palabras, Saúl magnificó las cosas que no eran importantes y minimizó las que sí lo eran.

¿De qué manera minimizó Saúl? Cuando se lo confrontaba, traspasaba su culpabilidad a otros y se autojustificaba. Cuando fue corregido por el profeta de Dios y se le preguntó por qué no siguió las instrucciones divinas, Saúl comenzó a señalar maneras en las que sí había seguido las instrucciones de Dios (1 Samuel 15:20, 21). En esencia, Saúl se quejó con Samuel: “¿Por qué no te limitas a hablar de lo que hice bien? Te estás centrando en cosas que no hice bien, que no son tan importantes”. Su problema fue la minimización de su culpa.

En el caso de Saúl, nos encontramos con un segundo problema: aferrarse a la idea de que había injusticia en su vida. Como resultado de su culpa, Saúl recibió una sentencia, y pensó que el castigo era más pesado que el crimen. Aunque Samuel era el mensajero, en realidad el veredicto fue emitido por el mismo Dios. Por lo tanto, ¿era injusto? Muchas personas describen su vida como injusta –aunque hayan sido tratadas de manera justa. Es verdad que nadie es tratado justamente el cien por ciento del tiempo. Sin embargo, cuando nos obsesionamos con esa injusticia y la repetimos, eso inevitablemente nos causará problemas emocionales significativos. Y esto crea resentimientos que cierran nuestras posibilidades.

El tercer aspecto del pensamiento distorsionado de Saúl está relacionado con la magnificación y su excesiva autoestima (1 Samuel 15:16-19). Esta abultada manera de percibirse fue también la causa de locura de Nabucodonosor: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué?” (Daniel 4:30) y de la caída de Lucifer: “ … en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono” (Isaías 14:13). A esta autoestima exagerada que se hería fácilmente podemos llamarla orgullo. En el caso de Saúl sufrió al saber la evidente preferencia de la gente –y especialmente de las mujeres– por otro líder, por el que llegaría a ser el Rey David.  (1 Samuel 18:6-9).

No permitas que tus inferencias y los juicios que emites basados en ellos te saquen de la realidad. Una distorsión que puede provocarte un sinnúmero de fallas. «Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.» (Romanos 12:3)

La Biblia nos recuerda: «Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.» (Filipenses 2:3 RV95). «La humildad de la mente» no requiere tener una baja autoestima.  Somos conscientes de que Cristo habría muerto por una sola alma, y eso significa que somos de un valor infinito. Pero la infinidad no es mayor que la infinidad. Cuando de repente nos creemos que somos más valiosos que el que está a nuestro lado, por quien Cristo también murió, hemos cruzado la línea de la arrogancia y el orgullo.

Una autoestima saludable no te hace pensar menos de ti mismo, pero si menos en ti mismo.

Saúl se sometió a una recomendada terapia para la depresión y se sintió mejor durante un tiempo (1 Samuel 16:23). Sin embargo, con las tres causas aún activas y especialmente la tercera –el orgullo herido– haciéndose aún más prominente, Saúl volvió a caer en ansiedad más profunda y depresión más oscura. A pesar de ser un hombre con un potencial maravilloso, continuó viviendo una vida egoísta, no llegando nunca a confiar completamente en Dios y obedecerle; nunca renunció a su orgullo por más de unos pocos días. Por último, bajo un tremendo estrés y con sus enemigos acercándose, la triste vida de Saúl acabó en suicidio.

Veamos a Salomón

«La próxima vez que esté decidiendo entre un helado y un pedazo de pastel, la compra de un coche o hacer un viaje, aceptar un nuevo trabajo o quedar en el que tiene, debe recordar dos cosas. En primer lugar, su decisión se basa en el deseo de ser feliz, o al menos más feliz de lo que es ahora; en segundo lugar, hay una buena probabilidad de que la decisión que tome sea equivocada.» – CNN

Esto nos lleva a la segunda distorsión cognitiva: el razonamiento emocional. Aquí hay ejemplos: «Me siento como un fracaso, por lo tanto, soy un fracaso». «Me siento abrumado e impotente, por lo tanto mis problemas son imposibles de resolver». «Me siento como si estuviera en la cima del mundo, por lo tanto soy invencible». «Estoy enojado contigo, y eso demuestra que has sido cruel e insensible conmigo». Una de las razones por las que la gente entra en el ciclo de la adicción se debe a este tipo de razonamiento emocional. A este tipo de razonamientos se les conoce como Falacias y hay de distintos tipo que nos las enumeramos aquí porque son muy extensas.

La depresión es una epidemia en nuestra sociedad. Al igual que Salomón, tendemos a pensar que cuanto más divertidas sean las cosas que tengamos y hagamos, menor será la tendencia a deprimirnos. El hombre sabio escribió: «Dije yo en mi corazón: Vamos ahora, te probaré con el placer; gozarás de lo bueno. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni privé a mi corazón de placer alguno» (Eclesiastés 2:1, 10 RV95). Si las cosas placenteras pudieran prevenir o tratar la depresión, la veríamos con menos frecuencia. Pero ese no es el caso.

La mayoría de las «cosas divertidas» pueden disparar los niveles de dopamina en el cerebro, creando una sensación de placer pero a su vez resultará en una dramática disminución posterior, muy por debajo del nivel neutro. Además, cuanto más «disfrutamos» de estas cosas, menos emoción nos producen y muy pronto esa adicción apenas nos llevará hasta el nivel neutral. En los momentos de intervalo, tendremos un profundo y abrumador sentimiento de tristeza.

Salomón, por ejemplo, se vio envuelto en una vida de placer extremo. En un primer momento sus niveles de dopamina se disparaban, pero a medida que este ciclo se repetía llegó a decir: «Por tanto, aborrecí la vida […] por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu. Volvió entonces a desilusionarse mi corazón» (Eclesiastés 2:17, 20). Los estudios aleatorios indican que después de la exposición por seis semanas a la pornografía, las personas se sentían menos atraídas hacia sus parejas y estaban más absortos en sí mismos; también evidenciaron menos empatía por quienes tenían alrededor. En esencia, comenzaron a vivir muy centrados en sí mismos y se comenzaron a encerrar emocionalmente.

Una de las características sobresalientes de los individuos deprimidos, sin distinción de cuál sea la causa subyacente, es una disminución significativa en el flujo sanguíneo y actividad del lóbulo frontal del cerebro. A medida que vamos en contra de nuestra conciencia, la función del lóbulo frontal disminuye. Y cuando lo hacemos repetidamente, el descenso se vuelve dramático. Así se encontraba Salomón. Lo que lleva a las mayoría de los suicidas a tomar la decisión es porque ya no le encuentran sentido a sus vidas.

El hombre más sabio de la tierra se convirtió en el más deprimido. Sentía que no tenía nada por lo cual anhelar el futuro, que todo era vanidad y aflicción. Pero en su profunda depresión, como resultado de que un profeta viniera a él y le diera consejos, Salomón recompuso su vida. Y si la vida disipada de Salomón pudo ser redirigida, hay esperanza para cada uno de nosotros. Todos podemos llegar al camino de recuperación de Salomón si escuchamos las palabras del profeta, cambiamos el estilo de vida y alteramos auténticamente la forma en que pensamos.

Santiago escribió: «Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido» (Santiago 1:13, 14 RV95). ¡El problema es que los sentimientos pueden mentir! Cuando experimentamos sentimientos, tenemos que elevarlos a nuestro nivel de conciencia y evaluar si se basan en la verdad o en distorsiones.

La mayoría de nuestros errores viene cuando debiendo pensar sentimos y cuando debiendo sentir pensamos.

El mundo ofrece una manera falsa de alterar nuestra forma de sentir, ya sea que se trate de juegos de azar, pornografía, alcohol, drogas o incluso una adicción al chocolate. El problema es que nunca logramos tener lo suficiente de lo que no necesitamos. Hay cosas que sí necesitamos, y que a nuestro alcance está obtener una cantidad suficiente –ejemplo: suficiente vitamina D, suficiente verdura, dormir lo suficiente, hacer suficiente ejercicio– pero nunca podemos tener lo suficiente de lo que no es necesario, ¡porque lo que no se necesita nunca nos va a satisfacer! Nuestras elecciones de vida deben hacerse en base a lo que es verdadero y está en armonía con el plan de Dios para nuestras vidas.

Veamos a Elías

El último ejemplo es corto. «Luego de caminar todo un día por el desierto, fue a sentarse debajo de un enebro. Entonces se deseó la muerte y dijo: Basta ya, Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres» (1 Reyes 19:4 RV95). ¿Tenía Elías un sentido desmedido de orgullo, al igual que Saúl? No, Elías era un hombre humilde. ¿Estaba Elías, al igual que Salomón, participando de un estilo de vida autoindulgente para tratar de obtener la felicidad? No, Elías vivía una vida sencilla. Sin embargo, sufría una significativa depresión.

Esto pone de manifiesto el hecho de que cuando tenemos problemas emocionales, es menester encontrar la causa exacta, ya que no es la misma para todos. Repasemos la vida de Elías, un hombre que siempre había seguido la voluntad de Dios. Acababa de experimentar la intervención milagrosa de Jehová en el Monte Carmelo pero pocas horas después alguien le informó que estaba a punto de perder la vida y entró en pánico. Tenía razones para temer a Jezabel porque ella había matado a todos los otros profetas del Señor. Pero en lugar de esperar en Dios, Elías se puso a correr. Treinta días más tarde, estaba tan deprimido que deseaba morir.

Dios tuvo que ponerlo en un programa de recuperación de su depresión. Al igual que muchas personas deprimidas, Elías quería estar en la oscuridad, en la cueva. Dios tuvo que enviar un terremoto y un torbellino para sacarlo de la cueva y exponerlo a la luz. Después de todas esas cosas Dios se volvió a lo que era más importante para la recuperación de Elías; le habló y proporcionó una terapia cognitivo-conductual para corregir las distorsiones del pensamiento que tenía.

La distorsión de Elías era la sobregeneralización: generalizar a partir de muy pocos casos. Se sostiene la hipótesis como un hecho y no una mera hipótesis. Las personas de alto coeficiente intelectual tienen la tendencia a hacer eso. Debido a que son capaces de generalizar fácilmente, tienen una tendencia a sobregeneralizar. ¿Cuál fue la sobregeneralización de Elías? «Yo soy el único que no se ha inclinado ante Baal». Dios se lo dejó pasar la primera vez. Pero luego Elías lo repitió, y el Señor no podía dejarlo continuar por más tiempo en su pensamiento autodestructivo.

«Elías» –dijo Dios– «hay otras siete mil personas que no se han inclinado ante Baal».

Lo que Elías debería haber dicho es: “Señor, que yo sepa, soy el único” pero en cambio él sabía que era el único.

Para ayudar a Elías a superar su depresión Dios le dio una serie de tareas específicas pero ninguna era una actividad que él realmente quería hacer (1 Reyes 19:15, 16). Sin embargo, fue obediente e hizo las tareas. ¿Se recuperó Elías? No sólo se recuperó, sino que también fue trasladado al cielo sin ver la muerte (2 Reyes 2:11).

Dejar libe

El salmista dice: «¡Jehová, ¿quién habitará en tu Tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?» (Salmo 15:1 RV95). En esencia, David está haciendo la pregunta: «¿Quién tendrá el éxito en la vida en última instancia?» La respuesta está dada: «El que anda en integridad y hace justicia; el que habla verdad en su corazón» (Salmo 15:2 RV95). Es esta tercera frase la de particular interés. Los Diez Mandamientos hablan acerca de decir la verdad. No solamente se dirán unos a otros la verdad, sino que se la dirán a sí mismos. Pero para decir la verdad a los demás, primero debemos tener pensamientos exactos y veraces acerca de nosotros mismos.

Cada vez que hay una falta moral, comienza con un pensamiento distorsionado. David, en su salmo de arrepentimiento, escribe: «He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría» (Salmos 51:6). Cuando David cometió ese acto desastroso con Betsabé (2 Samuel 11:2), en vez de recordarse a sí mismo lo que era verdadero y apartarse del pecado, siguió enfocándose en el evento estimulante. Se vio envuelto en el razonamiento basado en la emoción, la magnificación, la sobregeneralización y tal vez incluso la excesiva autoestima, creyendo que por ser el rey, estaba por encima de la ley. Luego actuó en base a esas distorsiones. Cada pecado que se comete comienza con un pensamiento distorsionado.

Lo maravilloso es que somos transformados y podemos ser transformados positivamente por la reconstrucción de nuestro pensamiento.

Pablo dice: «transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento» (Romanos 12:2). No sólo debemos reconocer los pensamientos distorsionados, sino que debemos corregirlos y reemplazarlos con pensamientos verdaderos y precisos que encuentran su fuente en Dios.

¿Cómo, entonces, puede ser protegida y mejorada la inteligencia emocional? Evitando las distorsiones cognitivas: la automagnificación, el razonamiento basado en la emoción, la sobregeneralización y las demás. Llenando nuestras mentes con pensamientos precisos y verdaderos, derivados de una comprensión del plan de Dios para nuestras vidas.

Entonces sucederá lo que Cristo dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

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